Me incorporé y me acerqué a él mientras acomodaba la pierna sobre su vientre. Luego, lo rodeé con los brazos; en un pispás, él olvidó todo pensamiento sobre Mía, impelido por un subidón de testosterona. Me besó con avidez mientras me empujaba como quien no quiere la cosa contra el respaldo del sofá. Me relajé en lo que iba a ser la primera actividad física agradable de las últimas semanas.
Estuvimos jugueteando un buen rato y no lo detuve cuando me quitó la blusa.
-No va a haber sexo -le advertí entre un beso y otro.
No tenía la menor intención de perder la virginidad en el sofá de ese cuartucho.
Hizo una pausa y se tomó unos segundos para pensárselo, pero al final optó por no precipitar las cosas.
-Esta bien
Sin embargo, me enpotró en el sofá, se puso sobre mí y siguió besándome con la misma intensidad. Recorrió mi cuello con los labios varias veces, y no pude contener un jadeo de excitación cuando noté en la piel el roce de la punta de sus colmillos.
Se irguió y estudió mi semblante con manifiesta sorpresa. Apenas fui capaz de respirar durante un momento al recordar la oleada de placer que podía producirme el mordisco de un vampiro mientras me preguntaba cómo lo experimentaría si se prolongaba. Entonces irrumpió el viejo tabú echando virutas. Donarle sangre mientras hacíamos eso seguía siendo un error, era algo sucio, incluso aun que no hubiera sexo entre nosotros.
-No -le avisé.
-Tu quieres -había una nota de sorpresa en su voz excitada -Estoy seguro.
-No, no quiero.
Se le iluminaron los ojos
-Sí quieres. ¿Cómo...? Eh, ¿Lo has hecho antes?
-No, por supuesto que no -le solté con tono burlón.
Aquellos primorosos ojos azules me observaron con tanta fijeza que casi pude apreciar cómo los ejes de su mente no dejaban de dar vueltas, sopesando la cuestión. Quizás Jesse estuviera flirteando todo el rato y fuera un lengua suelta, pero no tenía un pelo de tonto.
-Pues actúas como si te sonora el tema. Te excitaste cuando te rocé el cuello.
-Es por que besas muy bien -contraataqué, aunque eso no era del todo cierto. Era un pelín más baboso de lo que a mí me habría gustado -¿No crees que alguien se habría enterado si hubiera estado dando sangre?
Entonces cayó en la cuenta.
-A menos que no lo hayas antes de marcharte. Lo hiciste mientras estuvieron fuera, ¿no es cierto? Tú alimentaste a Lissa.
-Por supuesto que no -repetí
Pero había dado en el blanco, y él lo sabía.
-Era la única manera si no tenían provedores... Caramba, mujer.
-Ella encontró algunos -le mentí con las misma historia que le había contando a Natalie, y ella lo había soltado por ahí, por lo que nadie, salvo Christian, lo había preguntado. -Hay muchos humanos en el ajo.
-Sí, claro -respondió con una sonrisa, y volvió a rozar mi cuello con sus labios.
-No soy una protituta de sangre -espeté, echándome hacia atrás.
-Pero quieres serlo, te gusta, sí, el mordisco las pone a todas las dhampir.
Sentí de nuevo los colmillos sobre mi piel. Puntiagudos. Maravillosos. Tuve la corazonada de que una reacción hostil únicamente iba a empeorar las cosas. Debía neutralizar la situación a base de bromas.
-Mete el freno -le dije con voz amable mientras le recorría los labios con el dedo. -No soy de ésas, pero si quieres tener algo con qué jugar con la boca, puedo darte alguna que otra idea...
Eso despertó su interés.
-¿Ah, sí? ¿Que... por ejemplo?
Y entonces fue cuando se abrió la puerta y nos separamos de un brinco. Yo estaba preparada para tener que lidiar con un estudiante e incluso con una criada, pero no estaba lista para enfrentarme a Dimitri.
Entró por la puerta como un bólido, como si esperara sorprendernos allí en el peor de los momentos, y contundente como un ciclón. Supe por qué Mason lo había calificado de dios. Atravesó el cuartucho en un abrir y cerrar de ojos, aferró al moroi por la pechera de la camisa y lo alzó hasta casi levantarlo del suelo.
-¿Cuál es su nombre? -espetó Dimitri.
-Je-Jesse, señor. Jesse Zeklos, señor.
-Bien señor Zeklos, ¿Tiene usted permiso para estar en esta zona de dormitorios?
-No, señor.
-¿Conoce usted las reglas de la institución sobre las relaciones entre chicos y chicas?
-Sí, señor.
-En tal caso, le sugiero que salga de aquí tan rápido como pueda antes de que se encuentre con alguien que le imponga su merecido castigo, y como vuelva a verlo en algo así -Dimitri señalo con el dedo hacia mí, encogida y semi desnuda en el sofá -seré yo quien lo haga. Y va a dolerle. Mucho. ¿Lo ha entendido?
Jesse puso unos ojos como platos y tragó saliva, pero no soltó ni una sola de sus bravatas habituales, por que supongo que existía cierta diferencia entre la normalidad y estar en manos de este tipo ruso, alto, enojado y capaz de hacerlo pedacitos.
-¡Sí, senor!
-Entonces, váyase.
Dimitri lo soltó y el moroi salió disparado por la puerta más de prisa aún de lo que había entrado mi mentor, si es que eso era posible. Éste se volvió hacia mí con un destello peligroso en los ojos. No despegó los labios, pero el mensaje de rabia y desapobración llegó alto y claro.
Y de repente cambió.
Fue casi como si aquello lo hubiera tomado desprevenido y nunca antes se hubiera fijado en mí. Estudió mi rostro y mis curvas. De haber sido cualquier otra persona, habría jurado que estaba examinándome. Entonces caí en la cuenta de que únicamente llevaba puestos los jeans y un sujetador negro. Incluso alguien como él, siempre tan concentrado en el deber, el entrenamiento y todo eso, debía apreciar aquello.
Al final percibí un flujo de calor extendiéndose por todo mi cuerpo: la mirada de aquellos ojos me ponía más que los besos de Jesse. Dimitri era callado y a veces incluso distante pero también tenía una dedicación y una intensidad como no había visto en nadie más. Me pregunté cómo sería ese poder y esa fuerza trasladados a otro ámbito... Al sexo, vaya. Me pregunté qué sentiría si él me tocase y... ¡Mierda!
¿En qué rayos estaba pensando? ¿Se me había aflojado algún tornillo en la cabeza? Me puse muy digna para ocultar mis sentimientos y la vergüenza.
-¿Ves algo que te gusta? -pregunté.
-Vístete
El trazo de sus labios se endureció y sus sentimientos, fueran cuales fueran, desaparecieron. Tanta seriedad tuvo la virtud de serenarme y hacerme olvidar mi turbadora reacción. Volví a ponerme la blusa de inmediato, nerviosa al ver el lado duro de mi mentor.
Situación entre Rose, Jesse y Dimitri Capitulo 9
Vampire Academy de Richelle Mead
ayyyyyyyy me quitaste un suspiro por momentos así Dimitri me enloquece buen fragmento espero más
ResponderBorrarSi lo se, a mi también me encantan estas escenas.
ResponderBorrarSaludos