-No puedes ganar esta batalla, Shea. -Eso era una advertencia, nada más ni nada menos. Su tono carecía de sentimientos.
-¿Por qué hemos de luchar? Has de aceptar mi decisión, tengo derecho a marcharme.
-Vuelve, Shea. -Su orden tenía la fuerza del acero. Esta vez ejerció una presión sutil pero amenazadora.
Shea se puso ambas manos en la cabeza.
-¡Para! ¡No puedes obligarme!
- Por supuesto que sí. -Incluso aunque las palabras resonaran en su mente, se daba cuenta de que eran ciertas. Podía hacerlo casi todo. Salió del porche y se expuso a la lluvia estirando sus músculos perezosamente, que se revelaban en su respuesta. Podía hacer que ella regresra con facilidad, doblegar su voluntad. Tenía que aprender que las mujeres carpatianas estaban bajo la protección de sus hombres en todo momento. Ella nunca tomaba precauciones, nunca inspeccionaba los alrededores, nunca pensaba en su propia seguridad.
¿Ese era el tipo de hombre en que se había convertido? ¿Había sido siempre así? ¿Alguien dispuesto a imponer su voluntad a la única persona que se había preocupado de él, que había arriesgado la vida por él? ¿Era tanto pedir que le diera tiempo para adaptarse? Jacques se frotó el puente de la nariz pensativo.
Ella era frágil y vulnerable. Shea podía enfrentarse al río más salvaje o a la montaña más alta. Tenía la fortaleza necesaria para mantener cualquier crisis, pero no sus propias emociones. Su competente pequeña pelirroja estaba aterrada ante sus propios sentimientos respecto a él. Su infancia había sido una pesadilla. No permitiría que su vida junto a él fuera igual.
Jacques sintió la curiosa fusión en la región del corazón, la fuerza del calor que se distribuía por su torrente sanguíneo.
-¿Por qué insistes en luchar contra mí, pequeña? -Su voz era un tierno susurro en su mente y estaba llena de ternura-. ¿Sabes lo que te sucederá sin mi?
Todo su cuerpo respondió a la aterciopelada caricia de su voz, sintió cómo surgía el amor. Si hubiera continuado discutiendo y castigándola, ella habría tenido su oportunidad, pero al cambiar su tono, estuvo perdida. Al momento sintió una tremenda desesperación. Jamás podría liberarse de él.
-¿Es ese un destino tan terrible mi amor? -Su voz hizo que el corazón de Shea se derritiera-. ¿Estar conmigo? -Esta vez había un fino hilo de pena- ¿Soy verdaderamente tan monstruoso?
-No sé como estar contigo. Me siento atrapada, no me puedo mover ni pensar. -Shea se presionó las sienes con los dedos y se apoyó en un árbol-. No quiero tener que necesitarte. No quiero tener que estar con ninguno de ellos.
Él se iba acercando gradualmente hacia ella, ni lento, ni rápido. La lluvia caía sobre sus anchos hombros y resbalaba por su espalda. El frescor no hacía más que aumentar el calor en su cuerpo. Se la veía tan pequeña e indefensa. Con cada paso que daba en la noche, con la tierra bajo sus pies y la sangre de los ancianos corriendo por sus venas aunmentaba su fuerza.
-Te necesito para respirar, Shea -admitió él de modo tajante-. Siento asustarte. Me gustaría tener más control, pero no puedo estar solo de este modo, nunca más. Intento que mi presencia en ti sea como una sombra. Quizás con el tiempo pueda liberarte un poco más. Estar conmigo te aterra, pero estar sin ti me aterra a mí. -Apareció un cierto tono de broma en él-. ¡Somos muy compatibles!
Shea sabía que se estaba acercando, lo notaba por el modo en que latía su corazón, en que su cuerpo volvía a la vida. Enterró su rostro en la parte interior de su brazo que colgaba de la rama a la que estaba agarrada.
-Jacques no me conoces.
-Estoy dentro de ti. Te conozco. Tienes miedo de lo que puedo hacer. Tienes miedo de mi inestabilidad, de mi poder. Tienes miedo de lo que soy y de lo que tú eres ahora. Sin embargo, eres fuerte y estás dispuesta a que no me pase nada malo. Tu cerebro siente interés ante la posibilidad de la existencia de nuestra raza. -Su risa era suave y seductora-. Soy tu alma gemela, estoy atado a ti para adorarte, quererte y protegerte. Para velar siempre tu felicidad. Y tú tienes las mismas facultades que yo.
Platica mental entre Jacques y Shea. Capitulo 9
El Deseo oscuro de Christine Feehan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Me interesa tu opinion