-Puedes fingir toda la inocencia que quieras, lo haces de fábula, pero yo sé la verdad.
-¿Y qué verdad es ésa?
Ella no lograba ocultarnos su inquietud ni a mí ni a Christian, que se inclinó un poco más cerca de ella.
-Usas la coerción todo el tiempo
-No, jamás -replicó de inmediato.
-Oh, sí, por supuesto. Me pasé despierto toda la noche, devanandome los sesos para descubrir cómo demonios fueron capaces ustedes dos de alquilar un apartamento e ir a un instituto de enseñanza media sin que nadie mostrara el menor interés en conocer a sus padres. Y entonces me lo imaginé. Debiste usar la coerción. Para empezar, fue así como lograste escaparte de aquí.
-Ya veo. Lo descubriste por ciencia infusa, chas, sin demostración alguna.
-Me basta mirarte para tener todas las pruebas necesarias.
-¿Has estado observándome, espiándome, para demostrar que uso la coerción?
-No -se encogió de hombros. -Te he observado por el placer de hacerlo. Lo de la coerción fue aparte. Te vi emplearla el otro día para conseguir una prórroga en la fecha de entrega de las tareas de mate y también sobre la señora Carmack cuando pretendía hacerte más preguntas.
-¿Y de ahí concluyes que es una coerción? Quizás se me dé bien convencer a la gente -replicó Lissa con una nota de desafió en la voz, algo perfectamente comprensible si se tenía en cuenta sus sentimientos de meido y rabia.
Pero se la quitó de encima al tiempo que se sacudía la melena, y habría pensado que estaba flirteando si no la conociera bien, por que yo la conocía bien...¿o no? De pronto, ya no estuve tan segura.
-Miro la cara de la gente cuando tú les hablas: tienen aspecto de atontados, y no estoy hablando de cualquier gente, eres capaz de hacérselo a un moroi, y probablemente también a un dhampir. Y eso es de locos. Ni siquiera sabía que algo así era posible. Eres una especie de gran estrella, una super estrella malévola que abusa de su poder.
Era una acusación en toda regla, pero el tono y la expresión tenían exactamente el mismo flirteo que Lissa.
No supo qué responder, pues él tenía razón. Todo cuanto había dicho era cierto. Su don era lo que nos había permitido eludir la autoridad y continuar adelante en el mundo exterior sin el concurso de los adultos y también, gracias al mismo, conseguimos que el banco nos dejara disponer de algún dinero de su herencia.
Y eso se consideraba un error tan garrafal como el uso de la magia como arma. ¿Y por qué no habría de considerarse así? Al fin y al cabo era un arma, y además poderosa, y resultaba muy fácil abusar de ella. A todos los niños moroi les habían enseñado desde muy pequeños que la coerción era muy fuerte. Ninguno había sido instruido en el arte de emplearla, pero técnicamente hablando, todo moroi tenía el don. Lissa lo había encontrado casi de chiripa, pero lo usaba ampliamente, y como había deducido Christian, era capaz de emplearlo sobre moroi, humanos y dhampir.
-Entonces, ¿Qué vas a hacer? -inquirió ella -¿Vas a ir con el cuento?
Christian negó con la cabeza y sonrió.
-No, me parece buena onda.
Abrió los ojos como platos y lo miró fijamente mientras se le aceleraba el pulso. La curvatura de los labios de su interlocutor la intrigaba.
-Rose te considera peligroso -espetó hecha un manojo de nervios. -Cree que quizás fuiste tú quien máto al zorro.
No supe cómo sentirme al saberme mencionada en una conversación tan anómala. Asusto a cierta gente, y tal vez también a él.
Sin embargo, tuve la impresión de que no era así, a juzgar por la nota jocosa de la voz de Christian cuando le respondió.
-La gente me considera un tipo inestable, pero te aseguro algo: Rose es diez veces peor que yo. Y, desde luego, a la gente le resulta más difícil fastidiarte, por eso yo estoy completamente a favor de ella -se echó hacia atrás y al fin se alejó de ese espacio de intimidad que se había dado. -Pero aquello no lo hice yo ni de broma. Me voy a enterar de quién fue... Lo de Ralph no será nada en comparación.
La galante oferta de una venganza aterradora no tranquilizó mucho a Lissa, sino todo lo contrario: se estremeció un poco.
-No deseo que le hagas nada parecido a nadie, y sigo sin conocer al culpable.
Christian se inclinó hacia delante y le tomó las muñecas con las manos. Empezó a decir algo, pero enmudeció y agachó los ojos sorprendido, mientras recorría con los pulgares las débiles y apenas perceptibles cicatrices. Cuando volvió a mirar a Lissa, había en su semblante una amabilidad de lo más extraña, tratándose de él, claro.
-Puede que no sepas quién lo hizo, pero algo sabes, algo de lo que no hablas.
Ella le miró fijamente mientras las emociones le rebullían en el pecho.
-No puedes conocer todos mis secretos -musitó Lissa.
Él bajo los ojos y volvió a concentrar la mirada en las muñecas de Lissa antes de soltarlas. Esbozó otra vez esa seca sonrisa suya.
-No supongo que no.
Una sensación de paz colmó a Lissa, una paz como sólo yo podía darle, o eso pensaba. Regresé a mi propia mente y a mi habitación, donde estaba sentada en el suelo delante del libro de mate. Luego, por motivos que no logré comprender, lo cerré de golpe y lo tiré conta la pared.
Situación entre Lissa y Chistian mientras Rose esta en la mente de Lissa. Capitulo 9
Vampire Academy de Richelle Mead.
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