Se preguntaba si en verdad era medico, a lo mejor solo era intrusismo lo que hacía.
Esa imitación de peluche era tan hirsuto que no podría ni cocerse.
Era un magnifico ejemplar de podenco, y muy cariñoso, se lo quedaría.
Le pingó una serie de cosas, según era amuletos para la buena suerte, pero se veía ridículo.
Toda la situación era una entropía no habría manera de arreglar nada.
Abocinó sus manos y grito con todas sus fuerzas para que le escuchará en su encierro.
No tenía otra opción que ir con él y deprecar con todas sus fuerzas para que ayudará a su hijo.
Él le dio su aquiescencia, no era tan desconsiderado como ella lo creía, y quería que fuera feliz.
Montó el rubicán con gran elegancia y partió a trote.
Los árboles impedían la vista de las ventanas, debería llamar al jardinero para que los ramoneará.
El piso de la pista de baile simplemente rielaba, estaba perfecto, esperaba que todo saliera bien esa noche.
Él era un pobre sucedáneo, lo sabía, su madre prefería que él hubiera muerto y no su hermano.
Era un saco pingüe, esperaba que estuviera lleno de regalos solo para ella.
Estaba tan enojada que era capaz de emascularlo, sí eso era lo que él se merecía.
Bueno, espero que algunas no las conozcan y les sirvan.
Pues no, no conozco casi ninguna...
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